Un mañana cualquiera, de lo que pareciera un día irrelevante, tomando un café en un establecimiento del pueblo de Tanos, entre dos amigos ya jubilados, uno técnico Industrial, el otro minero, en una conversación no muy diferente a cualquier otro día sobre: el paro juvenil, la despoblación del medio rural, la perdida de la biodiversidad y el abandono de los huertos y las fértiles mieses que rodeaban la Torre de la Vega, los sabores y olores antiguos de las frutas y hortalizas en fase de desaparición…
El uno le pregunta al otro: Y por cierto, ¿qué va a ser cuando tú faltes de los cientos de semillas de variedades de tomate de todo el mundo que posees, de todos tus conocimientos de horticultura? ¿Para qué han servido las largas noches de insomnio y muchas de horas de consulta de internet? ¿No será una pérdida imperdonable que todo ello haya sido en vano? ¿Por qué no intentamos hacer algo diferente con ello o al menos transmitírselo a quienes vengas detrás y no hacer de esto un tiempo baldío y desaprovechado de nuestras vidas?
Guy y Alfredo, Alfredo y Guy le dan vueltas al asunto, se lo proponen a algunos empresarios como un proyecto económicamente viable y rentable a corto plazo, pero la dinámica y enfoque empresarial nos parece egoísta y desnaturalizado, y se queda momentáneamente aparcado.
Entretanto Guy colabora en la organización de una exposición de tomate herencia, con una gran respuesta, que resulta para él un gran éxito participativo, pero un desastre organizativo.
De la suma de estas dos vivencias, nacería el proyecto que ahora presentamos y consecuentemente la génesis de la asociación Simientes Infinitas.
De la ambición del proyecto nace la necesidad de nuevas colaboraciones, personales y administrativas. Y así se unen sin pensárselo mucho, entusiasmados con tal iniciativa Javier y Floren. El uno polifacético, el otro educador y ecologista. Se retoca y se le da un nuevo enfoque a la propuesta inicial y se presenta al ayuntamiento de Torrelavega, que desde el primer momento, a través de la Concejalía de Ferias y Mercados, nos trasmite su total apoyo y nos aboca a que les remitamos nuestras necesidades.
El desafío está consumado; para su formalización necesitamos constituirnos como asociación, lo cual se oficializa, según acta fundacional, el 3 de Mayo de 2020, bajo la denominación Asociación para la Defensa y Recuperación del Patrimonio Hortofrutícola de Cantabria. Asociación sin ánimo de lucro inscrita en el Registro de Asociaciones de Cantabria, Sección Primera, con el número 6974, el día 23 de Julio de 2020. La Junta Directiva actual está compuesta por:
Para el desarrollo del programa de recuperación del tomate herencia de la región, el Ayuntamiento de Torrelavega pone a disposición de la Asociación un local en la Avda Rochefort sur Mer, s/n que pasa a ser sede de la misma.
Con el paso del tiempo esta Asociación de largo nombre legal, ha pasado a autodenominarse bajo el seudónimo comercial de Simientes Infinitas.
La biodiversidad o diversidad biológica es la variabilidad de organismos vivos que encontramos en un lugar determinado. Este término se refiere generalmente al número de especies presentes de forma natural, y al equilibrio entre ellas, así como las diferencias entre los distintos ejemplares (variabilidad genética) y las distintas relaciones que se establecen entre ellas (diversidad ecosistémica).
Frente a la amplitud de la erosión de la biodiversidad y de todas las amenazas que pesan sobre ella, es importante tomar de manera urgente, medidas de protección y conservación para hacer frente a este problema.
La agricultura puede contribuir a la conservación y uso sostenible de la biodiversidad, siendo el recurso para multitud de especies que se encuentran estrechamente vinculadas a los espacios agrícolas.
Esta biodiversidad y los servicios que presta son necesarios para la realización de una actividad agrícola económica, social y ambientalmente sostenible en el tiempo.
Por tanto, la actividad agrícola y la conservación de la biodiversidad forman en sí mismos un binomio indivisible.
La agricultura también puede ser un importante motor de la modificación del paisaje y la pérdida de la biodiversidad.
Durante las últimas décadas, la agricultura ha sufrido una importante intensificación, propiciada en parte por los avances tecnológicos en el sector, las políticas agrarias comunitarias y la globalización de los mercados.
Esta agricultura ha dejado de prestar atención al funcionamiento natural del sistema, forzándolo, en muchas ocasiones a través del aporte de innumerables insumos (agua, abonos, fitosanitarios), para aumentar la productividad de forma inmediata.
Esto ha dado lugar a grandes monocultivos de funcionamiento casi industrial en los que ha desaparecido en gran medida el paisaje original, eliminando tanto las elevaciones o vaguadas naturales como los ribazos o setos que separan los diferentes cultivos. Sin embargo, lo que actualmente se considera más preocupante aún es que los ecosistemas están dejando de “funcionar” y ya no prestan sus servicios.
De esta manera, desde los años 1970 la agricultura ha necesitado el aporte de fertilizantes para conseguir una fertilidad del suelo suficiente y que se libere fauna auxiliar o enemigos naturales para lograr una adecuada polinización o luchar contra las nuevas plagas, cada vez más resistentes a los tratamientos tradicionales.
La excesiva modificación del medio ha dado lugar a cambios en el funcionamiento de los ecosistemas más allá del lugar donde se instalaba la actividad agraria en sí misma.
Debemos volver al cultivo biológico. Ayudar a la recuperación de los terrenos de cultivo tradicional abandonados; así como publicitar el consumo de productos de proximidad, con el retorno a los sabores de antaño.
Debemos frenar la despoblación de los núcleos rurales ofreciendo a sus moradores y descendientes, cursos de especialización para cultivos de productos de calidad con alto valor añadido.
Debemos adaptar, con la ayuda de un banco de semillas autóctonas y una escuela taller de especialización en agricultura ecológica, hortalizas a los diferentes climas de la región (costa, interior y montaña).
Sobre tres pilares básicos:
Primero, con la búsqueda y divulgación a través de una Feria Exposición de variedades autóctonas olvidadas y diseminadas por los pueblos de Cantabria.
Segundo, con su recuperación, reintroducción y propagación mediante un banco de semillas regional y una escuela taller.
Y tercero, bajo la tutela del conocimiento y saber de nuestros ancestros, con la Recuperación del Patrimonio Cultural Inmaterial hortícola de nuestra comunidad.
Además de unas buenas y justificadas razones para consumir productos locales.
Intentar invertir la despoblación del medio rural.
Formando y asistiendo a futuros horticultores.
Recuperando los huertos de nuestros antepasados, hoy abandonados por nuestro cambio de residencia a los núcleos urbanos.
Adaptación de cultivos de diferentes variedades de tomates al clima de la alta montaña (1200 m. de altitud). Variedades internacionales “Gregory Altaï”, “Nepal” y otras regionales o locales. Al día de hoy ya existe una variedad evolucionada y personal del Sr Guy Ferrier bautizada provisionalmente “Montes Claros” y, reintroducida en la comarca de Las Rozas de Valdearroyo.
El consumo de productos locales es el concepto que crea la “Moda” de consumir cada vez más productos de temporada.
El consumo de productos fuera de temporada hace que vengan distancias importantes por avión, por camión. El transporte engendra gran cantidad de gas de efecto invernadero y complica el embalaje (packaging).
Las frutas, las hortalizas, deben comprarse ante todo por su sabor. Los productos locales, recolectados en tiempo y forma, maduros, son más sabrosos.
Los recolectados en las grandes plantaciones, lo son simultáneamente en diferentes estados de maduración natural y, almacenados en grandes cámaras frigoríficas, terminan su ciclo antes de su puesta en venta, de forma artificial, con la consiguiente pérdida de aromas y sabores.
Productos generados de forma natural sin pesticidas, abonos fertilizantes, conservantes o aditivos químicos industriales, proporcionan igualmente calidad de vida.
Cuando consumimos productos locales o Bío, hacemos un gesto para preservar el medio ambiente y por lo tanto, el planeta.
La agricultura biológica se basa en un cultivo que respeta y preserva la tierra que cultiva.
Protege la tierra, el aire, el suelo, el agua de los ríos...
Lo indispensable para preservar el ecosistema, es continuar viendo a nuestro alrededor microorganismos, anélidos, arácnidos, insectos, aves, mamíferos... ¡VIDA!
El equilibrio demográfico y la atención al medio rural debe ser tema prioritario para todos.
La inversión pública para fomentar el arraigo territorial es imprescindible.
Nuestra propuesta, como primer paso, sería en torno al tomate, para una vez afianzada su producción, continuar con otras hortalizas con variedades originarias de Cantabria. El pimiento, la alubia, la cebolla roja, o el garbanzo de Liébana, etc... y su reintroducción en el medio rural, acompañado de una mejor promoción en el medio urbano.